Bienvenidos al mundo que he recorrido en mis vaqueros.
Espero que disfrutéis de las vistas.
Amanece.

Me tomo el café. Hoy lo cargaré más de lo normal.
Los lunes siempre se agarran al tiempo más que el resto de días de la semana.
 La casa respira sueño. Es temprano
Las puertas aún están quietas: los fantasmas que las golpean ayer no vinieron a cenar.
 Vaqueros.                                                                                                               Como siempre.
 Remoloneo un poco más.
Qué placer tan sencillo y barato.                                     Remoloneo.                                      Remoloneo.
Hoy hace frío. Me abrigo bien antes de salir. 
Con el cuerpo cálido siempre se piensa mejor.

Incluso en las mañanas quejumbrosas del invierno.
Como la de hoy.

Viejos barcos vienen a encallarse en orillas ya conocidas. Conozco estas brumas. Ya las palpé una vez. Conozco el blanco que las espesa, como si fueran mezclas de harina en el frío aire de la tarde.

Ya he vivido el estruendo de la madera al romperse. Cáscaras frágiles que osaron desafiar al mar. Conozco ya los gritos de los marineros. Angustia que les roba la dignidad con que abandonaron sus puertos. Ya sé de sus secretos, de sus aventuras. Sé de sus vidas: las tengo entre mis dedos.

Conozco la sal que disuelve mis protuberancias de continente: Firme constancia entre el oleaje traicionero. Conozco la historia, la viví cientos de veces.

Al final, el arrullo de las sirenas será lo único que vibre en la noche. Música sostenida sobre el hálito del fracaso, aún reciente y cálido.

Y la quietud volverá al tiempo y al espacio. Hasta que algún viejo barco venga a estrellarse de nuevo a estas orillas solitarias. Entonces, la madera y la carne volverán a contar la historia. Nuestra historia.

Israel Barranco

Ciclos. Invierno


Ha llegado. Creo que para quedarse. Invierno ha traído consigo toda su calma. Fría calma. Impávida, la vida.
Esta noche el aliento se me escapa en vapóreas vocales mudas. Paraísos desolados a mis pies. No hay nieve. No la necesito para saber que todo está frío. Congelas los alientos y los sollozos, Invierno.
La luna escruta, distante. Se muestra llena ante aquel valle vacío de vida. Abrasada hasta la última flor: ya no es tiempo de promesas frágiles.
Sólo montañas oscuras recortadas contra el cielo. Frío en los pulmones. Frío arraigado en mi vientre. Las manos agrietadas. Demasiado frío para la piel cálida.
A lo lejos, escucho el ladrido de los zorros. Han salido a cazar.
Has traído contigo todos los tonos de la agonía, Invierno.
Te estás construyendo un palacio de hojas escarchadas y carámbanos afilados en lo que antes era mi hogar. Has traído hasta la última costra de silencio.

Invierno, tu calma ha abrasado mi casa.

Israel Barranco