Bienvenidos al mundo que he recorrido en mis vaqueros.
Espero que disfrutéis de las vistas.

Aquella vez susurraste,
escondida entre los pliegues de mi cuerpo.
Inferiste, transformaste.
Deslizaste cada curva,
cada suspiro exhalado
sobre los latidos de mi pecho.

Aquella vez susurraste,
y fue susurro enraizado. Insólito, estrecho,
flagrante de timidez.
De desnudez y música.

Aquella vez susurraste, y no supe qué leer.
No supe qué interpretar, ni que descubrir, ni que cazar.
Aquella vez susurraste, hermosa mía, las cuatro esquinas del mar.
Yo no supe qué decías.
Pero sabía que tú lo sabías.
Y bastaba. Y moría.

Israel Barranco

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