Viejos barcos vienen a encallarse
en orillas ya conocidas. Conozco estas brumas. Ya las palpé una vez. Conozco el
blanco que las espesa, como si fueran mezclas de harina en el frío aire de la
tarde.
Ya he vivido el estruendo de la
madera al romperse. Cáscaras frágiles que osaron desafiar al mar. Conozco ya
los gritos de los marineros. Angustia que les roba la dignidad con que
abandonaron sus puertos. Ya sé de sus secretos, de sus aventuras. Sé de sus
vidas: las tengo entre mis dedos.
Conozco la sal que disuelve mis
protuberancias de continente: Firme constancia entre el oleaje traicionero.
Conozco la historia, la viví cientos de veces.
Al final, el arrullo de las
sirenas será lo único que vibre en la noche. Música sostenida sobre el hálito
del fracaso, aún reciente y cálido.
Y la quietud volverá al tiempo y
al espacio. Hasta que algún viejo barco venga a estrellarse de nuevo a estas
orillas solitarias. Entonces, la madera y la carne volverán a contar la
historia. Nuestra historia.
Israel Barranco
No hay comentarios:
Publicar un comentario