Bienvenidos al mundo que he recorrido en mis vaqueros.
Espero que disfrutéis de las vistas.
-¿Qué significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa"crear vínculos... "
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchacho igual a otros cien mil muchachos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes.
Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. 
Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado.





"El Principito"

dos de noviembre

Lo bueno del paso de los años es que filtra las cosas. Igual que el sembrador separa la semilla buena de la mala, el tiempo se encarga de separar lo permanente de lo transitorio. Lo verdadero de lo falso, lo imprescindible de lo accesorio.

Veintiuno es mirar atrás y contemplar el camino recorrido. Recordar las primaveras, los veranos, los otoños y los inviernos. Revisar las huellas hundidas, las que se pisaron de forma insegura. Las huellas de las carreras. Los recodos del camino en los que nos sentamos a descansar.
Veintiuno es comprobar las huellas que continúan –a pesar del sol agotador, de la lluvia o de la nieve –al lado de las huellas propias.
Veintiuno es descubrir la certeza de los caminos entrelazados. Es mirar las montañas que se han de atravesar como un reto que hace crecer.
Veintiuno es aprender a aceptar lo que se quedó atrás en el camino. Es caminar con lo puesto, con la sabiduría que el pasado nos regala y la esperanza de un futuro de sendas nuevas. De nuevas huellas.

Veintiuno es cerrar los ojos y dar un paso adelante.


La felicidad es ese instante.
Justo en el que te quedas sin respiración.